De noviembre a noviembre

Madrid,1933 Federico García Lorca estrena «Cómo canta una Ciudad de Noviembre a Noviembre» una conferencia en la que relata cómo su ciudad cambia con el paso de las estaciones. Y cómo las canciones que se cantan cambian con ella. Pocos años después esta misma ciudad de la que habla, será la que presenciará su muerte. El 18 de Agosto de 1936, Federico García Lorca muere asesinado.

Federico entonces cae en un bucle temporal, en el que revive su último año de vida en Granada. Tal y como esta conferencia lo hace, observa cómo el paisaje cambia con las estaciones, junto a su gente. Pero en esta repetición sonámbula, se cuelan ecos del presente, ecos del futuro. Ecos que esta noble alma no puede ignorar.

Un poeta condenado a observar desde lejos, cómo su tierra y sus gentes, repiten los errores que le llevaron a la muerte.

Lejos del elitistismo que podría suponérsele a una conferencia cantada impartida por un reputado poeta, Daniel Pérez Marín recupera más bien el espíritu del Lorca de La Barraca y como un trobador, o mejor, como un juglar que recorre los pueblos, reconoce en las palabras del granadino su propia visión del mundo, del natural y del social, reconoce en ellas la historia de este y también la propia, y termina tejiendo una celebración de su identidad, una llamada a la acción y un homenaje particular y profundo.

La música popular citada en la conferencia original ha sido cuidadosamente recuperada, arreglada y versionada por Marc Sambola para imprimir a la pieza el justo equilibrio entre la tradición y la actualidad, incluyendo aportaciones propias que sorprenderan al público.

La puesta en escena refiere una suerte de viaje a ninguna parte, y convierte la pieza en la llegada de los cómicos a una localidad imprecisa, en un no espacio-tiempo que permite conectar experiencias pasadas y presentes gracias al poder del teatro y de la música. Los personajes, las palabras y la música demandan del público una participación activa en la articulación del relato, como en una reunión agrupada para cantar y para llorar, en un lugar clandestino, en que las convocadas se escuchan, se consuelan, se acompañan y finalmente y por supuesto, se celebran y se hacen más fuertes.

Elena Fortuny